¿Qué esperas?

¿Qué esperas?

No solo que cada día se consume más de nuestra vida y queda cada vez menos, sino también esto: si vivimos más tiempo, ¿podemos estar seguros de que nuestra mente seguirá siendo capaz de comprender el mundo, de contemplar el conocimiento divino y humano? Si nuestra mente empieza a divagar, seguiremos respirando, comiendo, imaginando cosas, sintiendo impulsos y demás. Pero sacar lo mejor de nosotros mismos, calcular dónde está nuestro deber, analizar lo que escuchamos y vemos, decidir si ha llegado el momento de retirarnos… todas esas cosas para las que se necesita una mente sana… todo eso desaparece.

Así que necesitamos apresurarnos.

No solo porque cada día nos acercamos más a la muerte, sino también porque nuestro entendimiento, nuestra capacidad de comprender el mundo, puede desvanecerse antes de que lleguemos allí (Aurelius, 2003).

Esta es una de las tantas meditaciones de Marco Aurelio y, aunque se podría llegar a pensar que él temía a la muerte, en realidad era del pensar que, cuando la muerte llegara a su puerta, debía aceptarla sin resistencia alguna, ya que sabía que la alegría y el dolor no eran más que caras de una misma moneda. Ahora bien, si analizamos la meditación presentada al comienzo, se nos indica que debemos estar en un constante estado de alerta y perspicacia, buscando aprovechar cada día y cada minuto al máximo (hasta el mismo Marco Aurelio meditaba en todo aquello que muchas veces se lo impedía).

Y es curioso, porque podríamos llegar a pensar que al momento de conseguir una maestría en lo que nosotros consideramos como “camino de vida”, “objetivos”, “deseos”, “metas”, “anhelos”, etc., habremos alcanzado la autorrealización de nuestras vidas. Sin embargo, el mismo Marco Aurelio nota lo irónico de este pensar.

Hipócrates curó muchas enfermedades… y luego él mismo enfermó y murió.

Los caldeos predijeron la muerte de muchos otros; y, con el tiempo, también les llegó su hora.

Alejandro, Pompeyo, César, que arrasaron tantas ciudades y abatieron a tantos miles de hombres y caballos en batalla, ellos también murieron.

Heráclito solía decir que el mundo terminaría en fuego, pero fue la humedad la que se lo llevó: murió cubierto de estiércol de vaca.

Demócrito murió por simple pestilencia; Sócrates, a manos de los seres humanos.

¿Y entonces?

Embarcaste, zarpaste, hiciste la travesía.

Es hora de desembarcar.

Si es hacia otra vida, bueno, tampoco allí faltan los dioses.

Si es hacia la nada, entonces ya no tendrás que soportar el dolor ni el placer, ni continuar atendiendo este montón de huesos y carne que es tu cuerpo, tan inferior a aquello a lo que sirve.

 

Entonces, uno puede hacerse la misma pregunta que Marco Aurelio: ¿Y entonces? Empero, te propongo reformular la pregunta en dos: ¿Qué estás esperando? y ¿Cómo estás esperando?

Como sabes, esta sección no pretende dar respuestas duras, sino preguntas que tú mismo respondas a tu propio ritmo. Yo aquí solo te presentaré una breve minuta de lo que he llegado al hacerme estas dos preguntas.

¿Qué estoy esperando?

Esta pregunta puede analizarse desde distintas aristas, pero si la hacemos a alguien “¿Qué esperas de tu vida?” podemos recibir muchas respuestas:

“Espero ser famoso”, “espero tener estabilidad”, “espero encontrar el amor”, “espero ser millonario” o incluso “no sé qué es lo que espero”. Y, en realidad, ninguna de estas respuestas está mal, ya que van acordes a los contextos personales de cada individuo.

Donde debemos tener precaución es en que aquello que estemos esperando no sea como un globo que requiere solo la punta de un alfiler para reventarse y cesar de existir. ¿Qué insinúo?

Bueno, en la actualidad, donde estamos hiperconectados, pero no presentes, hay muchos estándares por cumplir y una hiperinformación que llega a saturarnos. Aquella información que destaca normalmente es la que tiene los colores más chillones o el ruido más alto, tanto así que es común que los publicistas hayan reducido de 5 a 3 segundos la ventana de oportunidad para capturar la atención, porque hoy todo lo que necesitamos es un simple “swipe” para obtener lo que deseamos.

Esto nos lleva a crear una realidad un tanto alterada, donde deseamos todo al instante:

¿Deseas ser rico? Luce un bolso de diseñador o un automóvil de lujo.

¿Deseas amor? Baja una app.

¿Deseas ser famoso? Conviértete en influencer digo, creador de contenido. (psst… no por crear contenido eres influencer)

¿Deseas estabilidad? Haz yoga una hora.

Al final, pareciera que deseamos sin tener que esperar, ya que todo debe ser inmediato y fácil. Y si bien “satisface” momentáneamente, no es perenne en absoluto.

 

¿Cómo estoy esperando?

Esta segunda pregunta parece más un dilema. En la actualidad se suele pensar que “todo debe estar a mi medida”, como el mercado de lo personalizado gracias a la hipersegmentación, y esto acarrea consigo la idea de “hacernos la vida más fácil”. ¿No lo crees?

¿Recuerdas el eslogan “Destapa la felicidad” de Coca-Cola o el “Donde los sueños se hacen realidad” de Disney? Y vamos, no estoy diciendo que sean los causantes de nuestros problemas, para nada. Hemos sido nosotros quienes nos hemos dejado deslumbrar por la inmediatez sin esencia.

¿Sabes qué tienen en común “espero ser famoso”, “espero tener estabilidad”, “espero encontrar el amor”, “espero ser millonario” e incluso “no sé qué es lo que espero”?

Todas requieren trabajo, constancia y consistencia. Y si me preguntas a mí, algo que debe ser casi un axioma en esa receta es la esencia.

 

Como una vez escuché: “En nuestra realidad, las redes sociales son el espejismo del desierto de la vida de las personas”. Vemos a alguien con fama, dinero, amor o lo que sea, y lo que brota al instante es “yo también quiero eso”. Pero no es común pensar: “¿Cuánto le habrá costado llegar a dónde está?”. Incluso la gente que está “por cuello” en algún lugar: a alguien le costó conseguir ese “cuello”. Pero la persona que obtuvo el puesto no es más que un globo que puede desinflarse con la mínima presión.

Por ende, recuerda que, al esperar algo, para lograrlo debes esforzarte. Y al conseguirlo (si eres honrado con su obtención), hacer que tus acciones, y no tus palabras, demuestren el verdadero valor que te llevó a donde llegaste. ¿Y si no lo consigues? Sigue trabajando por tu anhelo. No creas que al conseguirlo vas a descansar en absoluto.

Pero, como meditaba Marco Aurelio:

“Si buscas tranquilidad, haz menos.” O (más exactamente) haz solo lo esencial: lo que el logos de un ser social exige, y hazlo de modo adecuado. Eso trae una doble satisfacción: hacer menos, pero hacerlo mejor [...](Aurelius, 2003).

¿Esperabas respuestas a “¿Qué estás esperando?” y “¿Cómo estás esperando?”?

Yo no te las puedo brindar: solo tú puedes responderlas, y para hacerlo tienes que trabajar por ellas. :p

¡Hasta la próxima!

 

 

Satoricha ~

Referencias

Aurelius, M. (2003). Meditations (G. Hays, Trans.). Random House Publishing Group.

Satoricha

Satoricha, el enigmático gato con sombrero, es un personaje que pocos han llegado a conocer, pero muchos se preguntan quién es realmente… incluso si existe de verdad. Algunos dicen que lo han visto entre hojas de té al caer la tarde, mientras otros creen que es solo una leyenda que acompaña historias antiguas sobre hospitalidad y momentos compartidos. Sin embargo, su presencia es inconfundible: elegante, curioso, y siempre un paso adelante. Nadie sabe exactamente de dónde vino o qué busca, pero aquellos que se cruzan con él no pueden evitar sentir que hay más detrás de esa mirada felina y su sombrero lleno de secretos.

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