En el escrito anterior, introdujimos el concepto de la "balanza interna", que, de manera simplificada, se puede entender como una forma de contabilizar nuestras acciones y sus repercusiones. Este concepto va más allá de la simple responsabilidad sobre nuestras acciones, ya que incluye diversos elementos internos que son únicos para cada persona. Estos elementos abarcan un espectro amplio: nuestro entorno, tanto pasado como presente, nuestras aspiraciones y sueños, nuestra actitud y perspectiva, así como nuestros valores, principios morales y nuestra forma de pensar. En conjunto, todos estos aspectos constituyen un sistema complejo. Considerar cada uno de ellos al evaluar nuestras decisiones puede resultar un tanto complicado y abrumador.
Sin embargo, existe una forma de sintetizar todos estos elementos en un solo lugar, facilitando el proceso de evaluación de nuestras acciones. Esto se logra a través del conocimiento de nuestra esencia, que, al igual que la balanza, es única para cada persona y su contexto. Al ser conscientes de quiénes somos, podemos evaluar mejor nuestras decisiones y sus consecuencias.
Los Monarcas de las Sombras
Desafortunadamente, vivimos en un mundo donde la incompetencia a menudo se impone sobre el mérito, simplemente porque quienes la representan son mayoría. A pesar de que hablamos de libertad de expresión —en Occidente, incluso nos jactamos de "tenerla"—, la realidad es muy distinta. Nuestras sociedades son, en muchos sentidos, iguales o peores que las cortes aristocráticas del pasado. Todos exigen moralidad, recato, conocimiento y modales... en resumen, un refinamiento absoluto. Sin embargo, quienes más lo exigen son a menudo quienes promueven la irreverencia, la ignorancia, la falta de formalidad y una despreocupación total por las formas sutiles. Esto se asemeja a lo que hacen los pseudocientíficos silvestres en relación con el té, donde disfrazan la desinformación tildándolo de marketing.
No habría problema alguno si cada uno de nosotros pudiera señalar a aquellos que se maquillan de refinamiento mientras promueven en las sombras una despreocupación absoluta, y llevarlos ante la justicia para que paguen por el daño causado. Sin embargo, si no lo has intentado, hazlo con discreción, pues es muy probable que, tarde o temprano, enfrentes las consecuencias de desear lo mejor para ti y para quienes te rodean. Al final, de nada sirve señalar a los corruptos cuando quienes rigen y controlan son los verdaderos monarcas de las sombras, aún más corruptos y mejor protegidos.
Ser agentes de cambio positivo en esta sociedad es, como lo resume Charles Bukowski, cuando dijo: “Te pueden ver muriéndote en una cuneta y pasarán a tu lado y te escupirán.” En una época donde las sensibilidades están al rojo vivo y donde “la libertad de opinión reina”, expresar algo que la multitud no comparta implica la exclusión. Dejemos de lado cualquier tema controvertido o trillado: hemos llegado al punto en que incluso una crítica constructiva hacia un proyecto se considera insensible.
¿Y todo esto, a qué viene? Todo esto representa un parásito; lo que viene a continuación es la enfermedad que lo acompaña.
La Malaria de la Mediocridad
A pesar de que tengamos años de evolución como seres humanos, al final del día nos regimos, en gran medida, por nuestros instintos. No por nada es que entre nuestros tipos de cerebro encontramos el neocórtex, el mamífero y el reptiliano. Claro está que la diferencia entre el ser humano y las bestias es que este puede sobreponerse a sus instintos. Sin embargo, hay un instinto que siempre estará presente: el de la supervivencia.
Es obvio que existen casos donde, a pesar de no ser justos o de no estar de acuerdo, hacemos lo que se nos pide por qué "no hay opción" y nos toca ser "resilientes". Seth Godin, conocido como el padre del marketing de permiso, en su libro La Vaca Púrpura, explica de manera simple cómo todos formamos parte de una gran fábrica desde que somos niños. Dirigimos nuestras escuelas como fábricas: colocamos a los niños en filas, los organizamos en lotes (llamados cursos) y nos esforzamos en asegurarnos de que no salen piezas defectuosas. No dejamos que nadie destaque, se quede atrás, vaya adelante o arme jaleo. (Godin, 2011, p. 64) Y esto no es algo que se detiene al finalizar la escuela; en absoluto, este fenómeno continúa a lo largo de nuestras vidas.
Robert Greene añade a esta discusión: "Si usted hace la ostentación de ir contra la corriente, alardeando acerca de sus ideas poco convencionales y sus actitudes heterodoxas, la gente pensará que usted solo desea llamar la atención y que desprecia a los demás. Encontrarán la forma de castigarlo por hacerlos sentir inferiores. (Greene & Elffers, 2010, p. 390) Este es un punto crucial por considerar. La presión social y el deseo de aceptación pueden llevarnos a silenciar nuestra voz interior en favor de una conformidad que nos hace sentir cómodos, pero que, en última instancia, no representa quiénes somos.
A pesar de que todos estamos al tanto de las expectativas que la sociedad impone sobre nosotros, cada uno de nosotros, sin excepción, tiene una sed de agua pura; estamos cansados de la misma agua con sabor a tierra. ¿Por qué? Muy probablemente, porque lo que somos, lo que hacemos y cómo actuamos no es realmente quien en realidad somos. Este conflicto interno es lo que nos lleva a vivir vidas insípidas y planas, en lugar de la vibrante existencia que podríamos tener.
Este no es un tema exclusivo del siglo XXI. Musashi, el famoso samurái japonés, en su precepto de “puedes abandonar tu cuerpo, pero nunca tu honor”, se refiere a esta lucha interna que ha existido a lo largo de la historia. Es esencial que topicalicemos esta idea a nuestra realidad actual.
Nos enfrentamos a la pregunta fundamental: ¿qué mensaje transmitimos al mundo? Reflexiona sobre si lo que transmites es congruente con tus ideales, tu moral y tus valores. En otras palabras, pregúntate si eres realmente tú, o si es un comportamiento condicionado por estándares o presión social.
En la era digital, la cuestión de la reputación se vuelve aún más relevante. Ahora no solo existe la reputación en persona, sino también la reputación digital, que nace de la conocida huella digital. Todo lo que hacemos en el ámbito digital queda registrado en Internet, perpetuando una imagen que puede o no alinearse con nuestra esencia auténtica. Es fundamental ser conscientes de esta realidad.
Te dejo con un consejo que puedes optar por tomar o dejar: cada vez que hagas algo, tanto en el mundo físico como en el digital, hazte las siguientes preguntas:
- ¿Lo que estoy a punto de hacer me representa?
- ¿Esto que haré es propio mío o es condicionado?
- Cuando alguien me conozca o vea mi pasado, ¿me gustará que lo relacionen con lo que estoy a punto de hacer?
Si todas las respuestas a estas preguntas son "sí", reduces en gran medida el margen de "error". A menor incertidumbre, menor riesgo. De alguna manera, te aseguras de que lo que hagas y compartas te represente genuinamente.
Cada uno de nosotros es diferente, y eso no significa que debamos ser juzgados. Sin embargo, sí debemos asegurarnos de ser totalmente realistas con nosotros mismos. No debemos permitir que un beneficio material, social o económico nos lleve a actuar en contra de nosotros mismos y de lo que creemos. Recuerda siempre la siguiente frase: "Primero Yo, después Yo y por último Yo", teniendo presente que el derecho de uno termina donde comienza el derecho del otro.
Aunque en este escrito no tocamos el tema de la esencia de cada uno, sí abordamos los males que la acarrean y que muchas veces ahogan a la misma, llegando al punto de vivir una vida insípida y plana. Dicho tema quedará para la siguiente entrega de esta sección, pero qué mejor manera de finalizar esta lectura que con una reflexión de José Ortega y Gasset: “Entre sus varios seres posibles, cada hombre siempre encuentra uno que es su ser genuino y auténtico. La voz que lo llama a ese ser auténtico es lo que denominamos ‘vocación’. Pero la mayoría de los hombres se dedican a silenciar esa voz de la vocación y a negarse a oírla. Consiguen hacer ruido en ellos para distraer su atención a fin de no escucharla; y se defraudan sustituyendo su ser genuino por un falso curso de vida.”
Satoricha ~
Referencias
Godin, S. (2011). La vaca púrpura: Diferénciate para transformar tu negocio. Gestión 2000.
Greene, R. (2020). Maestría. Editorial Oceano de Mexico.
Greene, R., & Elffers, J. (2010). Las 48 leyes del poder (J. Elffers, Ed.). Editorial Atlántida.
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