“Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.”
~ René Descartes
Como mencioné en el escrito “El acantilado & el dragón”, soy fiel creyente de que nuestro día a día está lleno de historias esperando ser descubiertas, y otras, por ser contadas. Solo necesitamos detenernos por un momento, concentrarnos en ver más allá de lo que damos por hecho, y comenzar a comprender, en lugar de limitarnos a escuchar, ver, oler, tocar y hablar.
Claro, es más fácil decirlo que hacerlo, ya que constantemente estamos en un estado de alerta debido a la rutina diaria. Cada día asumimos tareas predeterminadas como despertarnos, comer, beber o ir a dormir. Lo hacemos con tanta frecuencia que han perdido su encanto; no porque carezcan de importancia, sino porque ya no las consideramos relevantes, aunque en realidad son vitales.
Tratando de aplicar lo que predico, he comenzado a ser más consciente de las cosas que hago en mi día a día. Esto ha traído resultados sorprendentes, ya que incluso a partir de una simple imagen o una palabra he llegado a conocer historias fascinantes.
El escrito de hoy surge de una frase dicha en una conversación casual, que tuvo lugar después de la incomodidad que nos causó una película, mientras nos dirigíamos a nuestro siguiente destino:
“Fuimos instruidos para mejorar, no para destruir.”
Aunque la conversación no fue profunda ni filosófica, al escuchar esa frase supe que no podía dejarla pasar por alto.
Volvamos al ejemplo del principio, donde hacemos las cosas "solo porque sí", sin reconocer de dónde vienen o qué causan a nuestro alrededor. Esto es aplicable tanto en lo positivo como en lo negativo.
Al adoptar los valores de la ceremonia del té japones: la armonía (Wa), el respeto (Kei), la pureza (Sei) y la tranquilidad (Jaku), y aplicarlos a tu día a día, todas tus interacciones empiezan a impregnarse de armonía. Gracias a la paz contigo mismo y con tu entorno, te vuelves consciente y respetuoso con los demás. Reconocer que solo con actos considerados y genuinos podemos tener un impacto verdadero, tanto en nuestra vida como en la de los demás.
Cometiste un error o atravesaste una situación difícil. Lo más fácil sería dejarlo atrás y seguir adelante como si nada hubiera pasado, tratando de mantener el ritmo de tu vida diaria, quizás diciéndote que no era gran cosa. Pero, en el fondo, sabes que algo sigue mal, que hay algo pendiente por enfrentar.
Avanzar sin tomarte el tiempo para reflexionar y sanar solo hace que esas heridas se acumulen. Eventualmente, cuando menos lo esperes, esas heridas volverán a aparecer, más profundas. Y, en los casos más tristes, esa acumulación de dolor ignorado puede llevarte a un punto en el que ya no sabes cómo levantarte. Las relaciones se rompen, las oportunidades se pierden, y te das cuenta demasiado tarde de que lo que parecía un pequeño asunto ha cambiado tu vida de manera irreversible.
Aunque ambos casos no están directamente relacionados, tienen un factor común: nuestra respuesta ante las situaciones. Esto no significa que nuestra vida deba ser siempre buena o siempre mala. La vida no es blanco o negro, sino que se mueve en distintos matices entre esos extremos.
Perspectiva vs. Actitud
En el escrito de “¿Libertad o Libertinaje?”, uno de los pasos mencionados era:
Paso 2: “Una vez logras el primer paso, pasas a uno que puede causarte shock: quitarte el vendaje de los ojos. Comienzas a hacerlo mientras recorres el interminable camino del aprendizaje continuo, pero lo quitarás totalmente al exponerte al entorno de distintas maneras. Solo así podrás ver la realidad, no como quieres, sino como realmente es.”
Tanto en el caso positivo como en el negativo, no se discute cómo percibes la realidad, ya que hacerlo sería injusto. Cada persona piensa, ama y actúa de manera diferente. Lo que para unos es simple, para otros puede ser lo más complejo que han experimentado. Sin embargo, lo que sí se discute es la actitud, la forma de actuar ante las circunstancias.
Es aquí donde la frase “Fuimos instruidos para mejorar, no para destruir” vuelve a resonar. ¿Cuántas veces te has detenido a pensar para qué fuiste instruido? La respuesta obvia sería: “Claro, para mejorar”. Pero seamos sinceros: responder de inmediato “para mejorar” es como el acto de respirar. Lo haces por costumbre, no de manera consciente. Si piensas en respirar, se vuelve incómodo, lo mismo aplica a preguntas como esta
Detente por un momento. Haz una retrospectiva de tu vida, aunque sea del día de hoy, y pregúntate si realmente haces cosas que mejoran o destruyen a tu persona, a tus allegados e incluso a tu entorno.
No hay respuesta buena o mala. Al final, te darás cuenta de que has hecho cosas no tan gratas, pero también cosas nobles. Puede que incluso te preguntes: “Entonces, ¿qué soy, un ángel o un demonio?” Ninguno de los dos. Eres un ser humano, con defectos y virtudes, como una taza de peltre. Al final, todos somos nuevos en esta vida, la cual no viene con manual. Sin embargo, existe una excepción a esta regla: aunque somos humanos e imperfectos, eso no nos da derecho a destruir a otro. Y, aunque tengamos habilidades superiores a las de los demás, no podemos esperar que todos las tengan.
En este caso, la humildad es nuestra brújula. Puede parecer un valor trillado y simple, pero considero que es uno de los más complejos. Para lograr la humildad, es necesario tener justicia, respeto, generosidad, empatía, gratitud, sinceridad, modestia, apertura al aprendizaje, perseverancia, tolerancia y autenticidad, por mencionar algunos requisitos básicos.
Al final del día, puede parecer que no existe tal cosa como el “Fuimos instruidos para mejorar, no para destruir”. Sin embargo, es precisamente aquí donde quiero llegar: esta frase está cargada de actitud positiva. No busco que tomes esta frase y definas tu vida con base en ella, porque no sería genuino. Lo más indicado es que te definas a ti mismo, que generes tu propia frase que te represente. Lo que sí quiero es que reflexiones sobre cómo está tu balanza interna y en qué te basas para definirte. ¿Estás orgulloso de ello?
Al final del día, nuestra vida es como la ciencia: al encontrar la respuesta a una pregunta, se generan tres nuevas preguntas por descubrir. Aunque la vida no nos alcance para conocer y aprender todo, en lugar de resistirnos, podemos asumir nuestro papel de eternos aprendices, sabiendo que "Il meglio è nemico del bene" —"Lo mejor es enemigo de lo bueno".
Satoricha ~
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